miércoles, 3 de febrero de 2010

"Janette de Noche"

“Janette De Noche”

De: Oscar Javier Palacios Torres

Durante los últimos días, su trabajo no había sido lo mismo, ese trabajo que hace unos años comenzó como algo forzado, aquella labor que por momentos llego a ser placer, para este día solamente era una rutina diaria. A cambio de unos billetes una bella mariposa envuelta en tela negra abría sus alas, mientras el tiempo se terminaba, ella soñaba ser una princesa de aquellos cuentos que leyó durante su inocencia, jugaba con la mente a ser otra y no ella, a que a su lado tenia a ese hombre que tanto deseaba, y creía por un momento que su familia nunca la había abandonado.

Llegado el momento de pagar y de fumar un cigarro, ella se levanta y nuevamente de negro se cubre; esa era la rutina de siempre, por alguna extraña razón, esta vez fue distinto. Esta noche Janette decidió hacer todo lo contrario, ahora se quedo recostada, espero a que se fuera, el cerrar de la puerta le indico por fin estar sola, cerro los ojos para continuar su sueño.

Envuelta entre las sabanas y con el cuerpo desnudo, sucedió algo extraño, no tenia más de 2 horas que su ultimo cliente se fue; pero ella se sentía excitada como cuando tenia 15 años y estuvo por primera vez con aquel que dijo ser el amor de su vida, recordó esa tarde cuando su cuerpo fue besado y tocado completamente, incluso a su memoria regreso ese dolor que sintió cuando ese chico apenas unos meses mayor que ella la penetro por primera vez, aún con este recuerdo ella sentía una total excitación; porque aquella tarde fue la única ocasión que hizo el amor.

Demasiadas cosas en su mente, aquella vieja canción que su padre cantaba, su primera vez, los recuerdos de la infancia, el recibir una excelente calificación en la escuela, los momentos en los que creyó amar y disfrutar de la vida. Tantas cosas rodaban en esa cabeza, alegría se dibujaba en sus pequeños labios, todo se interrumpió cuando el celular sonó.

La llamada no era rara, era un cliente frecuente, algunas veces él solo quería hablar y aún así le pagaba la cuota establecida, aunque el servicio fuera distinto al que ella acostumbraba dar; nunca se lo ha mencionado pero a Janette le gusta hablar con él, disfruta mucho las visitas que hace con él, incluso a llegado a sentirse un poco enamorada de él, ella sabe que no debe mezclar el trabajo con el corazón, por esa razón intenta controlarse, aunque le agrada la idea que un día la llamada sea para quedarse con él para siempre.

Con esa corta falda color de negro y tan entallada que poco dejaba a la imaginación, el maquillaje recién retocado y la delgada blusa que se transparentaba, la bella Janette tomo un taxi, salió rumbo a su siguiente cita de trabajo. La noche aún más joven que ella se enmarca especialmente grandiosa, la luna llena brillaba y algunas nubes cercanas a ella, te hubieran hecho creer que en una noche como esta un hombre lobo vendrá por ti.

El camino hacia él era un poco distante, cerca de una hora era ese recorrido, tiempo para que Janette siguiera pensando en cosas que la alejaran de su triste realidad, para su mala suerte el taxista era uno de esos tipos que no saben cerrar la boca.

-¡linda noche señorita!, ¿a poco no?- fue lo que el dijo

Pero la señorita no le presto atención, él iba hablando solo, comento cosas de su vida, de su esposa, sus hijos, sus padres, aunque ella solo parecía asentir con la cabeza, hasta que en la radio comenzó a sonar esa vieja canción que su padre le cantaba y por un momento una lagrima hizo correr su maquillaje desde el ojo derecho por toda su mejilla hasta su blusa. Al pasar esto, el taxista calló y se detuvo frente a un semáforo, en la situación más extraña, en una ciudad tan transitada, no había nadie en esta calle.

Para Janette las sonrisas eran algo detestable, verlas implicaba luchar con sus demonios internos, se bajo del taxi en esa calle solitaria. Parada a la mitad de la nada con el viento agitando sus pocas ropas y su cabello, la obligo a voltear a su pasado.

De repente todas las luces de la ciudad se fueron, después de mucho tiempo de ser tan dura, esta bella mujer, sintió miedo. En una ola de luces todo se ilumino de nuevo y al final de esta calle, creyó ver a una niña de unos 15 años aproximadamente con un coqueto vestido cubierto por flores; pero igual que su inocencia, esa ilusión se fue.

Enciendo un cigarro, espero otro taxi y al abordarlo dejo de pensar; pero en su mente esos recuerdos estaban, la distancia a casa de su mejor cliente ya no era mucha.

Fue esa maldita canción, la que trajo a su memoria el momento de su rapto, el momento que dejo las muñecas a la fuerza, aquel estupido segundo en que su cuerpo se volvió un negocio para extraños que sarcásticamente la llamaban “amor”, -¡pinche bola de pendejos!- decía ella cada noche, cuando rara vez la dejaban dormir y no entraban a su habitación para buscar su placer, y lo decía al momento que cerraban la puerta al termino de follar estas bestias que llevaban las venas llenas de heroína.

Esta niña de ojos color miel y piel clara, se convirtió en una mujer dura, esa niña vestía colores pastel, ahora esta mujer, ama el color negro en su vestimenta, es que ella vive de luto, han pasado 10 años desde el rapto, sus padres aún no desisten que la encontraran; pero ella tiene tan destrozada el alma que prefiere la distancia.

¡Malditos cuentos de princesas! , ¿Dónde están los príncipes y sus corceles blancos?, en este cuento ni siquiera hay brujas, no hay manzanas envenenadas, no hay ruecas de hilar, solo una maldición que no se romperá con un beso, aunque un río de sangre puede que sí lo termine; pero los cuentos que ella aprendió jamás terminaron con “y murió feliz para siempre”.

Su madre hablaba mal de la noche, su padre a veces llegaba ebrio durante estas, ella solo hace su trabajo a estas horas, no tiene una vida común, no tiene amigos, no tiene un novio, no tiene aprecio por si misma. Realmente no lo necesita, lleva 10 años sin todo esto; pero hoy necesitar soñar e imaginar que solo es un grano de arena en esta playa que llamamos humanidad.

Al llegar y tocar esa puerta, los pensamientos volaron como una parvada de aves. El abrió y la tomo en sus brazos, le quito la ajustada falda, rompió sus bragas y la tomo cual bestia salvaje.

Este día, él no quería hablar.

Después de saciar sus deseos, ella encendió su acostumbrado cigarrillo, con lágrimas en los ojos recogió su paga y comenzó a vestirse, estaba por ponerse la chaqueta de cuero. Volteo a verlo y antes de darse cuenta el se despidió con un tierno beso, se entrego completamente, soltó el cigarro que emitía una discreta línea de humo.

Al separarse, el dijo –te veré otro día, por hoy te puedes ir-

Guardo silencio como siempre, se trago todo aquello que quisiera haber dicho, ahí se entero que el sueño se había muerto, él seguía siendo un cliente más como siempre. Las 4 de la mañana, esa era la hora que marcaba el reloj, era tiempo de volver al apartamento y dormir un poco la siguiente noche de trabajo le aguarda.

Un café caliente marca siempre el término de una jornada laboral, su apartamento era muy bonito, de colores claros, con muebles finos y una gran vista de la ciudad. Tenía lujos, ella se los podía pagar.

Hace 3 años que murió aquel idiota, el que robo todo lo que tenía; pero no podrá jamás olvidarlo, no podrá respirar libertad, hay un fantasma rondando su vida.

Un baño después de ese café, un largo rato de descanso, una rutina a final de cuentas, ella siempre termina de trabajar cuando el resto del mundo apenas comienza, en este medio no existen las vacaciones, las familias, no hay amistades. Los días de su vida nunca han sido largos, pero las noches han llegado a ser en extremo extensas.

Ella viaja en el transporte publico, le gusta ver rostros desconocidos durante el día, no maneja un automóvil, simplemente porque no quiere sentirse aislada del mundo, estos viajes son los que la mantienen arraigada a la poca humanidad que yace en su corazón, al mínimo pedazo de alma que no le fue arrancado con caricias falsas.

Morir siempre ha sido una opción traer una vida a este mundo no. Los eclipses nunca duran mucho, pero en su vida los eclipses se llaman orgasmos, esos momentos en que disfruto de el estar en la cama con algún cliente, aquellos instantes que los gritos y los gemidos salían de su boca sin que los fingiera, esas ocasiones el dinero se volvía efímero. Todo se transformaba en placer, antes de dar un giro y volver a la realidad.

El grito de dolor, el de placer y el de nostalgia son distintos, las lagrimas de alegría y de dolor también tiene un dolor distinto. Los clientes no eran nada distintos entre ellos salvo sus cuerpos y sus rostros; dentro de sus seres se encuentra lo que los hacía iguales, el mismo dolor en los ojos, el abandono, la desdicha. El alcohol parecía un patrón muy constante.

El amor murió con Shakespeare, lo mataron Romeo y Julieta desde el balcón, el sexo es distinto, él renace cada noche gracias a mujeres como la bella Janette, cada noche su piel es tocada una y otra vez, cada luna es un infierno con un demonio diferente, cada mañana se pregunta así misma -¿te acuerdas como eras?-

Sin embargo el pasado es solo un futuro que ya fue recorrido, el dolor es pasajero, el cambio por otro lado, ese sí es difícil.

Cada cabeza tiene sus distintas voces, las de ella, se silenciaron algún tiempo atrás, tal vez se encuentran escondidas juntos con los sueños, puede ser que jugueteen tranquilos, esperando el momento apropiado para volver.

Una noche más de trabajo, lo mismo de siempre sus clientes ya eran muy frecuentes, ellos la recomendaban mucho. Así llego a este último, una sorpresiva llamada al celular, un numero desconocido en la pantalla, al contestar una vocecilla la cito en un hotel del centro de la ciudad.

Al llegar ahí toco la puerta discretamente, un susurro le permitió la entrada, de pie frente a su nuevo cliente, se veía inexperto pero con cierta candidez en esos ojos ilusorios que la vida te da cuando eres joven. Al verlo, Janette estuvo a punto de salir corriendo, rogaba al cielo porque él se arrepintiera, que no comenzara, no quería robarle su inocencia.

Con la decisión tomada y con la actitud de un hombre e inexperiencia que a leguas de distancia se observaba entre sus brazos y hasta la cama la arrastro.

Terminado el acto, para ella comenzaba la rutina de despedida, al subirse la falda y encender el clásico cigarrillo que daba por terminado su trabajo, el cubierto por las sabanas totalmente complacido por su trabajo y con el torso desnudo se veía un cuerpo joven, casi el de un niño.

Ahora se creía enamorado de aquella linda señorita que lo había desvirgado, pero ella solo cumplía su destino, uno que un dios sin misericordia para le había impuesto a fuerza con dolor, lagrimas y sudor de otros cuerpos.

Al salir de la habitación en el momento en que la puerta se estaba cerrando, se alcanzo a escuchar un nuevo susurro –¡no me olvides!- dijo el muchacho con un tono de sobrio amor. Con el alma ahora más destrozada que antes en total silencio ella respondió -jamás-.

En su trabajo los días son tan cortos, las noches largas para esta mujer de cuerpo espectacular el cielo esta muy lejos, el infierno esta tan cerca que solo debe salir por la noche a trabajar; durante los últimos su trabajo no había sido lo mismo, a partir de hoy no lo volverá a ser.